Teresa de Lisieux: 
Mística de los Ordinarios

Por Margaret Dorgan, D.C.M.

Traducido por: Teodolinda Garcia

Hermana Margaret Dorgan, DCM es un miembro de Juan de la Cruz Monasterio Ermita, que se encuentra en la ciudad costera de Orland, Maine (U.S.A.). Entró en el Monasterio de los Carmelitas Descalzos de Concord, New Hampshire en 1946. Allí participó en la formación de noviciado durante diez años. Sor Margaret tiene un grado en filosofía por la Universidad de Harvard / Radcliffe. Sus artículos han aparecido en "Spiritual Life," "Cross Currents," Review for Religious," "Word and Spirit," y otras publicaciones. Ha impartido talleres sobre el desarrollo espiritual en les Estados Unidos, Canadá e Irlanda.

Este artículo aparece en Inglés en el sitio web de las monjas carmelitas de Eldridge, Iowa  Doy las gracias a la hermana Margaret permiso para traducir y publicar aquí.

Teodolinda García de Panamá se ha traducido este y otros tres artículos en español para "Saint Therese of Lisieux: A Gateway."  Le doy las gracias por su dedicación a compartir la espiritualidad de Santa Teresa de Lisieux.


La gente ordinaria como usted y como yo, debemos ser muy amados por Dios ya que somos tantos, siempre hemos sido, y lo más probable es que siempre lo seremos.  No es que hemos salido de una línea divina de producción en masa: aquí hay un millón de personas para China, este millón para África, aquél para Europa. No, entre esta ordinariedad,  cada uno de nosotros es extremadamente único.  Dios lo ha hecho a usted de manera tal que usted es irrepetible, irreemplazable. Ningún disfraz puede cubrir sus huellas dactilares, y ahora una técnica rastrea su unicidad a través del ADN.  Entre más descubre la ciencia,  más revela la maravilla de la acción creativa que nos hizo a usted,  y que me hizo a mí.  Somos ordinarios- tan ordinarios como la salida y la puesta del sol de cada día. Y mucho menos predecible.

Al principio de su autobiografía, Santa Teresita abre el Evangelio y encuentra estas palabras en Lucas 3,13: “Y subiendo una montaña, él escogió y llamó a las personas y ellas fueron a él.” Teresita luego prosigue,  “He ahí el misterio de mi vocación, de mi vida entera, y, sobre todo, el misterio de los privilegios que Jesús ha querido dispensar a mi alma…  El no llama a aquellos que son dignos, pero a aquellos a los que él quiere.”[i]

Teresita se pregunta por qué no todos recibimos la misma cantidad de gracias – por qué alguno de nosotros parecemos especialmente protegidos desde el nacimiento; por qué algunos de nosotros somos convertidos después de desperdiciar nuestra sustancia como el hijo pródigo; por qué hay multitudes que nunca se les dijo el nombre de Jesús.

La respuesta de Teresita al misterio de la elección de Dios es como si ella hubiera escuchado un eco divino de una exclamación que ella usaba cuando era niña.  En este episodio,  ella quería todo lo que le ofrecía su hermana mayor quien había dicho, “Escoge uno.” Teresita respondió, “Yo lo escojo todo.”[ii]  En la descripción de las gracias dadas por Dios a los seres humanos, ella realmente hace que Dios le diga lo mismo: Lo escojo todo, ella escribe, “Comprendí que todas las flores que él ha creado son hermosas,  y que el esplendor de la rosa y la blancura del lirio no le quitan a la humilde violeta su perfume ni a la margarita su encantadora sencillez… y han de conformarse con ser margaritas o violetas destinadas a recrear los ojos de Dios cuando mira a sus pies…Él ha creado al niño que no sabe nada y que sólo deja oír débiles gemidos;… al pobre salvaje que sólo tiene para guiarse la ley natural.”[iii]

Ella nos está  diciendo que el amor divino que crea de manera única continúa sosteniendo y protegiendo cada criatura única.  Teresita explica, “Así como el sol sale simultáneamente en los cedros altos y en cada flor pequeña como si estuvieran solos en la tierra, de la misma manera nuestro Señor se ocupa particularmente con cada alma como si no hubiera otras como ella.”(Ibid).  Ser ordinario es, por lo tanto, ser único y ser amado excepcionalmente, de manera única  por Dios.

La mayoría de nosotros no vamos a dejar un registro de nuestras vidas para que otros estudien, aplaudan o critiquen detenidamente.  Teresa Martín, hija de la Clase Media Francesa quien murió a los 24 años en el año 1897, sí nos dejó sus memorias.  Una  autobiografía de seguro nos dará un relato comprimido de las alegrías y penas de alguien. Las descripciones de los sufrimientos podría tomar varias páginas y el alivio que sigue podría ser de sólo una oración. Nosotros como lectores no podemos experimentar el mismo movimiento del tiempo que la persona que lo vive.

Una vez  tomé un diario que yo había escrito de niña y me asombré de descubrir cuantos acontecimientos emocionantes habían ocurrido – hasta que advertí las fechas  y me di cuenta que habían transcurrido meses entre ellos.  Yo solamente estaba registrando los momentos emocionantes – no los días aburridos. Yo le podría llamar a ese diario Mi Emocionante Niñez, pero por supuesto, no lo era.

La niñez de Teresita tampoco lo fue - es más, ninguna parte de su vida lo fue. Todo lo emocionante vino después de su muerte cuando sus memorias fueron conocidas por ciertos amigos del Carmelo de Lisieux, luego a amigos de los amigos hasta que eventualmente en todas las partes del  mundo su Historia de un Alma estaba siendo leída.

Así como ha sido la atracción universal de Teresita, su mensaje se enfrenta a un obstáculo grande para los lectores modernos.  Ese obstáculo es el idioma en que se nos ha presentado. El francés es un idioma  estilístico; el inglés no lo es.  En inglés usted puede crear un estilo propio. Usted se apodera de las palabras y hace que suenen o se canten con una variedad maravillosa. El vocabulario del inglés es tan rico porque aprovecha múltiples fuentes y acoge a muchas palabras extranjeras. La gramática del inglés es relativamente flexible de manera tal que al compararla con muchos idiomas,  es extraordinariamente  expresiva. Usted puede moldear las oraciones y los párrafos en inglés a una presentación personal que de una manera singular refleje su  individualidad particular – no que muchos de nosotros escribamos tan bien el inglés, pero puede ser realizado.  Joseph Conrad nació y creció en Polonia,  pero se convirtió en unos de los más grandes escritores de la prosa en inglés.  Se ha dicho que él consideró el francés como uno de sus posibles vehículos para sus esfuerzos literarios.  Sin embargo,  reconoció la imposibilidad de manejar los requerimientos estilísticos exigentes del francés para una persona no criada en Francia.

Nosotros que hablamos inglés nos reímos un poco de los informes provenientes de Francia sobre la batalla que se está perdiendo para alejar al inglés y especialmente los términos americanos (de E.U.) fuera de su idioma.  Los Americanismos como “le drug store” y “teenager” ponen furiosos a los puristas.  Cuando usted escribe en francés,  usted escribe de acuerdo a un estilo; y para hacerlo bien,  usted debe dominar su fluidez especial y asonancia.  No se aceptan frases mixtas.  Es un idioma de pura raza.

Teresita tiene un estilo y no es,  ni siquiera cuando es bien realizado,   particularmente bueno. La sintaxis literaria de la escritura Católica espiritual del siglo 19 no ganaría ningún premio en competencias lingüísticas. El estilo epistolar de las  jovencitas escribiéndose desde sus salones burgueses es hasta menos impresionante. Lo que  tenemos en el estilo de Teresita es una combinación de ambos.  Nuestros oídos americanos, acostumbrados a una comunicación franca – quizás hasta – brusca,  pueden tener un hormigueo incómodo a lo que parece un chorro de palabras efusivas.  No podemos culpar a las traducciones. El estilo de Teresita es efusivo porque es a lo que ella está acostumbrada.  Los lectores a veces lo han denominado empalagoso, sentimental en exceso,  embarazosamente cargado con diminutivos  y con frases sobre cariñosas. Todas las personas y todas las cosas son “pequeñas” o “encantadoras.”  Las metáforas y las formas de expresión son tejidas en todas las descripciones.  Teresita es la gran maestra de la simplicidad, sin embargo no encontramos esta escritura para nada simple.  Ella y Marcel Proust con contemporáneos, pero ella no tiene su dominio del francés.  No es Remembranzas de Cosas Pasadas de Marcel Proust lo que estamos leyendo sino las remembranzas de cosas pasadas de  Teresa Martín.  Tenemos que trabajar en afinar nuestros oídos al estilo de composición de una estudiante diurna en la escuela de la abadía.  Sus maestras monjas le dieron notas altas por sus esfuerzos.  Nosotros no vibramos como lo hicieron ellas en la elocuencia de la clase media que fue su modelo de excelencia.

Para poder encontrar la comida sólida en el mensaje de Teresita,  tenemos que movernos más  allá del empaque.  Sería hasta más beneficioso para nosotros si tratáramos de fluir con su estilo,  hacernos más receptivos en sus propios términos, permitir que sus similitudes y analogías nos hablen.  Si nos disgusta demasiado los hilos que ella usa,  podemos perdernos el genio de su diseño completo.  Cuando continuamente criticamos su retórica y sus recursos artificiales  del período romántico en el cual ella escribió,  podemos perdernos el valor esencial de lo que ella nos está señalando.

Hoy somos privilegiados en tener  La Historia de un Alma tal como ella la escribió. Las primeras ediciones  eran por el contrario lejos de serlo.  Teresita le había dicho a su hermana Paulina (la Madre Inés en el Carmelo) que hiciera los cambios que ella considerase.  Paulina aceptó este permiso de libertad de acción con un bolígrafo vigoroso.  Ella era la hermana mayor acostumbrada a corregir los escritos infantiles de su hermana menor.  Ella también estaba en una comunidad religiosa donde la censura de todo  el correo saliente significaba que los superiores cambiaban y corregían cualquier correspondencia que ellas consideraran inapropiadas. La carta se le regresaba a la monja que la escribió para los cambios necesarios.

Por lo tanto, el rol de mejorar un manuscrito era asumido fácilmente por la Madre Inés.  Se le hicieron miles de cambios.  Se hicieron múltiples  supresiones y adiciones – a veces sólo unas cuantas palabras, a veces párrafos y páginas enteras.  Mucho del humor sensato fue eliminado.  Teresita escribió sobre su enfermedad de la niñez cuando “fueron a visitarme otras personas amigas. No me gustaba ver a la gente sentada alrededor de mi cama COMO RISTRAS DE CEBOLLAS.”[iv]  Ya que la primera edición de la autobiografía apareció en 1898,  el año después de su muerte,  los visitantes identificados como una fila de cebollas sabrían a quien ella se refería.  Tal remoción es comprensible.  Pero  el número final de modificaciones es abrumador.  La esencia de Teresita no se perdió en el proceso. Sin embargo, el espíritu entero de sus enseñanzas se puso un tanto fuera de foco.  La imagen presentada por las primeras ediciones de la autobiografía era similar a las fotografías retocadas hechas públicas por el Carmelo de Lisieux.  Usted las ve y reconoce a Teresita, pero es una Teresita embellecida, mejorada. Por ejemplo, la barbilla definida,  determinada está suavizada.

La determinación es una cualidad que ella necesitaba para su corta e intensa vida, la cual una vez comparó a un vaso de medicina: linda para ver y amarga para tragar. Sin embargo cuando examinamos sus 24 años,  no podemos dejar de ver a una joven muchacha francesa  de clase media que de muchas maneras vivió una existencia privilegiada. Hoy día estamos casi abrumados por las escenas de sufrimiento de las tragedias disponibles a través de la cobertura de los medios. La angustia humana es nuestra cuota diaria. No sólo vemos los horrores de hoy sino también los horrores de ayer – de ayer como el Holocausto judío y las masacres de Camboya.  Miramos fijamente a los hombres, mujeres, y niños africanos con cuerpos esqueléticos a medida que la hambruna barre a través del Sáhel.  Cada accidente de avión,  cada asesino en serie atrapado,  cada terremoto hace entrega de la vista de más víctimas.  Los indigentes en las calles de las ciudades hacen su apelación.  Las víctimas de SIDA nos miran.  La sobrecarga de dolor nos puede aturdir- entumecer.

Y cada persona conoce la agonía en su propio círculo personal. Un familiar con cáncer. El desempleo. La bancarrota. Un hermano o un hijo adicto a las drogas.

Teresita sí perdió a su mamá a una edad temprana, pero no tuvo que pasar por los problemas de un niño cuya familia está deshecha como consecuencia del divorcio. El amor y la estima rodeaban a Teresita, aun si los primeros años en el Carmelo dieron su ración de humillaciones. Pero después de todo, ella entró a los 15 años  dejando una casa donde no tenía casi responsabilidades y había sido mimada por un papá muy afectuoso y por unas hermanas  devotas. Siendo la menor, había sido tratada, como un bebé, mucho más que sus hermanas.  Debió  ser una postulante inconveniente,  sin destrezas domésticas, no era la adición  más útil para un convento con oficios diarios que realizar.

Cerca del final de la vida de Teresita, la priora, Madre María de Gonzaga, al principio no le brindó la ayuda médica que insistía su hermana, la madre Inés.  Pero Teresita misma es en parte responsable por subestimar la severidad de su enfermedad.  Sus propias hermanas juzgaban al doctor del monasterio como incompetente.  Su piedad no   compensaba su falta de destreza.  La Madre María no permitía analgésicos ya que los consideraba incompatibles con el heroísmo propio de la vida del Carmelo.  Esta no fue una decisión sádica de parte de la Madre María – ella amaba y apreciaba a Teresita.  Siete años después cuando ella estaba muriendo de cáncer, no tomó la morfina.

La tuberculosis era el azote de la era de Teresita,  comparable a lo que es hoy el cáncer.  Diez meses antes de que muriera Teresita,  el Carmelo de Lisieux perdió una monja por tuberculosis. Su prima,  la Hermana María de la Eucaristía,  murió de tuberculosis en 1905.  Los Carmelos de América tuvieron su número alto de monjas, frecuentemente muy jóvenes, que murieron de tuberculosis en esos años.

Mirando a Teresita y mirando a otros niños de Adán y Eva,  vemos que sólo con ser humano se está anotado para el dolor.  No podemos quitar el peso de la angustia personal,  colocarla en una  báscula y definir los grados relativos de tormento.  Las autobiografías nos brindan una mirada interna a lo que un hombre o una mujer en particular han sufrido y lo que significó en esa vida. La maravilla de Teresita no es cuánto ella sufrió sino cómo ella sufrió.

Cuando tenía 16 años ella le escribe a Celina:

No pensemos que podremos amar sin sufrir, sin sufrir mucho… ¡Nuestra pobre naturaleza está ahí! ¡y está para algo!... ¡Ella es nuestra riqueza, nuestro medio de ganarnos la vida!

¡Suframos con amargura, sin ánimos…! ¡Y nosotras quisiéramos sufrir generosamente, grandiosamente!...¡Celina, qué ilusión!... ¿Quisiéramos no caer nunca? Qué importa,  Jesús mío, que yo caiga a cada instante; En ello veo mi debilidad y  eso  constituye para mí una gran ganancia……¡La santidad no consiste en decir cosas hermosas,  ni consiste siquiera en pensarlas o en  sentirlas! Consiste en sufrir, y  en sufrirlo toda clase de sufrimientos.[v]

Al resumir su vida, Teresa dice,  “Dios ha querido que mi alma pasara por muchas clases de pruebas. He sufrido mucho desde que estoy en la tierra.  Pero si en mi niñez sufría con tristeza, ahora ya no sufro así: lo hago con alegría y con paz.”[vi]

Ella siempre personaliza su dolor; no es sólo una experiencia agonizante que ella resiste en aislamiento.  Ella le escribe a Celina, “El (Jesús) es quien a veces nos ofrece el cáliz amargo.”[vii] Anteriormente ella le había escrito a la Hermana Inés, “¡La ruta que sigo no tiene ningún  consuelo para mí, y sin embargo me trae todos los consuelos, porque es Jesús quien las ha elegido y yo quiero consolarlo sólo a él, sólo a él…”[viii]

El retiro antes de su profesión fue de aridez sin mitigar.  Ella la describe en una metáfora de oscuridad que está totalmente relacionada con Jesús. Todo  lo que ella estuviese pasando es  una expresión de Su amor guiándola por donde es mejor que ella viaje.  Ella escribe acerca de este retiro, “Luego Jesús me tomó de la mano, y me permitió entrar a un pasaje subterráneo donde no hace ni frío ni calor,  donde el sol no brilla, y donde no hay la visita de la lluvia ni del viento.” Todas estas son imágenes negativas, imágenes de lo que no es,  pero vean como ella suaviza la negatividad. Ella describe, “un pasaje subterráneo donde no veo nada más que una luz a medio velo, la luz que fue difusa por los ojos bajos de la cara de mi Amado!...

 “Mi Prometido no me dice nada, ni yo le digo tampoco nada a él, tan sólo que Le amo más que a mí misma…”[ix]   Una oración  tan árida no puede encontrar más palabras excepto que un llanto del corazón como el de Teresita en “Te quiero más que a mí misma.”

El horror del sufrimiento es no poder encontrar significado en él. Teresita siempre extrae de la agonía el oro puro de su significado.  Ella lo ve no sólo en términos de su propia purificación, pero también como un medio de trabajar para la iglesia.  Ella sabía que un convento cerrado podía encoger las perspectivas de una monja a una preocupación trivial de sus propios intereses.  Una vez ella habló de la Carmelita cuya forma de vida hace que continuamente sólo piense en ella.

El sufrimiento puede llevar hacia dentro nuestra atención,  sumergiéndonos en el tormento de la exclusión de todo lo demás.  Pero aún a los 15 años,  Teresita le podía escribir a Celina desde el Carmelo: “Pero no..., él (Jesús) no está lejos. Está muy cerca y nos mira y nos mendiga esta tristeza, esta agonía... La necesita para las almas, para nuestra alma… A él le duele mucho abrevarnos de tristezas, pero sabe que ésa es la única forma de prepararnos a «conocerle como él se conoce y a convertirnos nosotras mismas en dioses”[x]. Consistentemente, hasta el final de su vida,  ella traduce todo el sufrimiento como una interacción de persona a persona con Jesús.

 Algunos lectores han criticado unos pasajes de Teresita por romantizar el dolor o por proveer una desviación psicológica.  Nosotros vivimos en una era,  más que cualquier otra, que está decidida a evitar el dolor,  de realizar la salida más rápida posible de su control, ligero o grande.   Los descubridores del  último analgésico tienen al mundo entero haciendo un camino a su puerta.  Abundan las técnicas con resultados variantes que alivian  el dolor físico y que combaten la depresión.  Tenemos imagenología; terapias de relajación, terapias de música, terapias de drama – todas valiosas, algunas muy efectivas.

Cualquier intento humano que trata con el sufrimiento está destinado a tener una dimensión psicológica.  Teresita admitiría esto,  pero su enfoque al dolor es también profundamente teológico,  y especialmente Cristológico.  Sólo un cristiano puede comprender lo que ella está tratando de decir.

He tenido amigos Budistas sin ningún antecedente en el Cristianismo solicitar los clásicos espirituales Cristianos,  pero ninguno ha pedido a Teresita.  Sus palabras están empapadas  con el  significado Cristiano.  Los relatos del Evangelio proveen muchas de sus metáforas. Ella se mueve instintivamente hacia los detalles de la Pasión.  Si tratáramos de quitar los elementos de Cristo del mensaje de Teresita, ni siquiera nos quedaría un esqueleto. Los mismos huesos de su doctrina serían desechados.  Nada quedaría.  Esto no es así  para algunos de los grandes clásicos Cristianos.

Pequeñez,    lo escondido,   la pobreza, anonadarse,  impotencia, - estas son las palabras que por predilección usa Teresita para explicar el misterio de Cristo trabajando en su vida.  Y estas mismas palabras describen su camino a Dios.  Los diminutivos no son para reducir más bien son para realzar, no para llevar a un estado espiritual  enano o pigmeo sino para demostrar como las pequeñeces que ignoramos y pasamos por alto pueden ser usadas para nuestro crecimiento. Lo escondido, lo discreto,  nos salva de las luces y el destello vacío  de tratar de ser grandiosos, especial en los ojos de otros.  No tenemos que apuntar a ser famosos por 15 minutos,  la cantidad de tiempo que Andy Warhol  garantizó a todos.  La pequeñez de Teresita es con el propósito de reunir en las partículas de la vida,  asegurarse de que nada será perdido,  no dejar que los fragmentos se deslicen por nuestros dedos como perlas que caen al polvo.

Nietzche,  quien vivió en la época de Teresita,  aunque nació mucho antes, es un apóstol del poder como Teresita es un apóstol de la falta de poder, de la impotencia.  Nietzche dijo, “"Allí, donde encontré seres vivos, encontré la voluntad de poder." [xi]  Teresita declaró, “También yo tengo debilidades,  pero me alegro de ello… ¡Es tan bueno sentirse uno  débil y pequeño!”[xii]

Nietzche dijo, “Es a otros a quienes aguardo… otros más altos, más fuertes, más victoriosos, más alegres, cuadrados de cuerpo y de alma: ¡leones rientes tienen que venir![xiii]

Teresita clama, “Jesús,  estoy convencida de que, si por un imposible,  encontrases un alma más débil y más pequeña que la mía,  te complacerías en colmarla de gracias todavía mayores…Te suplico que hagas descender tu mirada divina sobre un gran número de almas pequeñas…¡Te suplico que escojas una legión de pequeñas víctimas dignas de tu amor…!”[xiv]

La paradoja de Teresita es el poder de su falta de poder ya que clama al poder de Dios.  El atractivo de la debilidad es que la fuerza divina trabaje en y a través de ella (de la debilidad).  Cuando reconocemos nuestra debilidad,  cuando ya no exigimos el derecho de estar en control de nuestras vidas,  el poder divino se nos hace infinitamente disponible.  Luego  alcanzamos las profundidades contemplativas de nuestra naturaleza humana donde nos tornamos pasivamente alertas a la revelación de Dios.  Desarrollamos la contemplación mística que ve a Dios en todas partes y en todo.

Esto no sucede automáticamente.  No descubrimos un botón  interno psíquico  que hace que esto ocurra.  Juan de la Cruz y Teresita nos dan la misma instrucción indispensable. Las profundidades contemplativas se alcanzan solamente a través de este desprendimiento.

Muchas de las formas de expresión de Teresita,  que tantas  veces gravitan a algo en miniatura, hasta insignificante, también son metáforas de desprendimiento. Ella reflexiona de los años antes de entrar al Carmelo, “Me había ofrecido al Niño Jesús  para ser su juguetito. Le había dicho que no me tratase como a uno de esos juguetes caros que los niños se contentan con mirar sin atreverse a tocarlos,  sino como a una pelotita sin valor que pudiera tirar al suelo, o golpear con el pie, o agujerear, o dejarla en un rincón, o bien, si le apetecía, estrecharla contra su corazón.”[xv] El vocabulario del mundo de los juguetes puede sonar encantador (o sentimental si a usted le disgusta) pero está manifestando  realidades espirituales severas.  No es una oración para hacerle a Dios a menos que uno esté dispuesto a soportar las consecuencias.

Teresita termina el cuento de la pelotita diciendo,”Jesús agujereó  su juguetito. Quería ver lo que había dentro.” Sus palabras finales son, “No dejé de esperar contra toda esperanza” (Ibídem.)  El desprendimiento no es posible  sin  la esperanza de que nos abandonamos para algo más valioso.

 En una carta a su hermana María,  ella escribió, “No hay que apegarse a nada en la tierra, ni siquiera a las cosas más inocentes, pues  nos faltan en el momento que menos se piensa. Sólo lo que es eterno  puede llenarnos.[xvi]

Antes  que Teresita entrara al Carmelo parece que ella ya había comprendido, como en  un bosquejo preliminar,  qué conllevaba la ascesis del Caminito. Ella nos dice, “Lejos de parecerme a esas almas grandes que desde  la niñez practicaron toda serie de mortificaciones,  yo no sentía por ellas el menor atractivo… Mis mortificaciones consistían en doblegar mi voluntad,…en callar cualquier palabra de réplica; en prestar pequeños servicios sin hacerlos valer, en no apoyar la espalda cuando estaba sentada.”[xvii]

Estos ejemplos pueden parecer trivialidades y Teresita podría estar de acuerdo,  pero en la acumulación de tales trivialidades, no se omite nada.  Ella hace clara la totalidad de ellas.

Es necesario que yo encuentre abnegación y sacrificio en todo. No podemos lograr algo bueno mientras que nos entreguemos a la autocomplacencia.” En otro lugar se explicó aún más, “El verdadero amor se encuentra sólo en el completo olvido de sí mismo, y es sólo cuando nos hemos desprendido de cada criatura que encontramos a Jesús.”[xviii]

Teresita, tan exigente en estas cortas oraciones como Juan de la Cruz cuando describe en Cántico Espiritual como la esposa-alma debe conducirse.  El describe al alma como una tórtola.  “Porque con tanto amor y solicitud le conviene andar que no asiente el pie del apetito en  ramo verde de algún deleite, ni quiera beber el agua clara de alguna honra y gloria del mundo ni la quiera gustar fría de algún refrigerio o consuelo temporal, ni se quiera poner debajo de la sombra de algún favor y amparo de criaturas; no queriendo reposar nada en nada ni acompañarse de otras aficiones gimiendo por la soledad de todas las cosas hasta hallar a su Esposo en cumplida satisfacción.”[xix] Esta es una expresión más poética de la manera de Teresa decir, “Que las criaturas fuesen nunca un obstáculo…”[xx]

La ascesis y el desprendimiento del Caminito no son con el objeto de endurecer nuestra fibra moral, dándonos dominio sobre las irritaciones banales de la vida.  No está basado en el estoicismo de la voluntad sino en una teología de la gracia que ve un Dios de infinita misericordia difundiéndose y permeando todos los aspectos de mi existencia personal. Este Dios interactúa conmigo en cada segundo,  inmanente en todo lo que me sucede, reforzando desde abajo todas las decisiones que yo tomo. Teresita explica esta amorosa accesibilidad de mi Dios en tres palabras- frecuentemente citadas: “Todo es gracia.”[xxi]

¿Todo? ¿Realmente todo? Este es el toque alquímico de Teresita. Todo se convierte en bendiciones. Nada en mi vida- excepto la resistencia a Dios- nada puede prohibir la posibilidad de hacer contacto con Dios.  Las alegrías, las tristezas, el mismo humor en que estoy, hasta cuando hago el esfuerzo para mejorarlo,  todo lo que me atormenta me abre para Dios. Todo lo que me regocija me levanta a mi Dios. Todo lo inconsecuente se torna valioso. Nosotros quienes somos débiles,  nosotros quienes somos endebles, tenemos un poder sorprendente – y es el poder de tomar todo como gracia, o ignorarlo.

 ¿Pero si reconocemos que todo es gracia, no se podría convertir en obsesivo? ¿No podría esto significar que nuestra atención está enredada en lo trivial, lo despreciable – con lo insignificante tomando mucho valor? La respuesta es sí.  Eso podría ocurrir.  El Caminito no quiere decir que usted está haciendo algún tipo de lista de las pequeñeces de su vida para que no las pierda de vista. No quiere decir que los detalles son la parte importante de vivir para Dios.

El Caminito es  un viaje de reconocimiento,  de ver lo divino más claramente en áreas de mi vida donde Dios ha sido opacado, escondido – especialmente en las relaciones con otras personas. La palabra incisiva, la reprensión callosa, la respuesta impaciente – todas se convierten en importante – especialmente si salen de un hábito. Las maneras habituales de hacer frente a nuestro mundo siempre merecen nuestra atención.  Nos hablan de nosotros. Nos dicen donde la gracia está siendo bloqueada o acogida.

Encontrar a Dios en lo ordinario – hasta en lo aburrido – no quiere decir que nos vamos a conformar con el mínimo común denominador, nunca aspirando a más que lo promedio.  En Teresita, vemos lo opuesto.  De lo ordinario ella da forma a sus anhelos, sus deseos sin medidas – sabiendo que un Dios infinito los puede convertir en realidad.  Cualquier material puede ser usado en el trabajo de la santidad ya que es tarea de Dios.  Ella escribe,

“Pensé que había nacido para la gloria, y, buscando la forma de alcanzarla, Dios me hizo comprender  que mi gloria no brillaría ante los ojos de los mortales, sino que consistiría en ¡¡¡ en llegar a ser una gran santa…!!! Este deseo podría parecer temerario, si se tiene en cuenta lo débil e imperfecta que yo era, y que aún soy después de siete años en religión. No obstante, sigo teniendo la misma confianza audaz de  llegar a ser  una gran santa, pues no me apoyo en mis méritos - que no tengo ninguno- sino en Aquel que es la Virtud y la Santidad mismas.  Sólo él,  conformándose con mis débiles esfuerzos,  me elevará hasta él y, cubriéndome con sus méritos infinitos, me hará  santa.” [xxii]

Es la obra de Dios,  pero ella deja claro que su esfuerzo es parte del proceso.  Observe sus palabras, “Sólo él,  conformándose con mis débiles esfuerzos.” El Artista Divino es el artesano de nuestra experiencia.  No hay cosa de nuestras vidas que sean demasiado mediocres, demasiado común para que Dios  le de forma hacia la santidad. Pero nuestros esfuerzos,  nuestros débiles esfuerzos son necesarios.

Y nosotros no posponemos  hacer el esfuerzo.  La prima de Teresa,  María Guerin,  quien también era una de sus novicias en el Carmelo de Lisieux,  le dijo,  “Te prometo ser santa cuando tú te hayas ido al cielo; en ese momento,  pondré manos a la obra con toda el alma.” Teresa respondió, “No, no esperes hasta entonces.  Comienza ahora mismo…Créeme, nunca esperes a mañana para empezar a ser santa.”[xxiii]  María Guerin tenía la actitud de Agustín cuando dijo, “Dame castidad, pero todavía no.” Muchos de nosotros decimos, “Me esforzaré por la santidad mañana.  Hoy es muy pronto.”  Cuando Teresa nos dice que “a los tres años de edad,  empecé a no rehusarle a Dios nada que él me pidiera,”[xxiv]  ella nos está informando que ella no estaba negociando retrasos en tratar de ser santa. Ella podría fallarle a Dios de muchas maneras,  y su autobiografía detalla sus fracasos, pero la voluntad básica de ser para Dios nunca faltó. Ella no pidió unas vacaciones de esforzarse por la santidad.  Ella no decidió, “Bueno, pondré mis débiles esfuerzos” – “débiles esfuerzos” fueron las palabras que ella usó – “pondré mis débiles esfuerzos en espera por un rato. Luego me ocuparé de la tarea en serio. Ahora mismo es demasiado.”

El “ahora mismo” es lo que Teresa no permite que nosotros abandonemos – excepto a Dios.  El “ahora mismo” es la única parte  del tiempo del que podemos estar seguros. El “ahora mismo” es irreemplazable. Si lo malgastamos,  no podremos obtener algunos momentos futuros para llenar el espacio en blanco que hemos derrochado. Cuando Teresita falló, no fue por no colocar  por delante sus débiles esfuerzos.  La respuesta de María Guerin, “Te prometo ser santa cuando tú te hayas ido al cielo en ese momento,  pondré manos a la obra con toda el alma” – esa promesa era inaceptable para Teresa.  Realmente, María Guerin no contaba con  un futuro largo.  Ella murió ocho años después a la edad de 35 años.

 El Caminito es un sendero sencillo en el que cualquiera puede viajar. Pero no se puede anotar para una fecha de salida futura cuando, como María Guerin,  usted “pondrá manos a la obra con toda el alma”.  El momento presente es el momento de la gracia, la oportunidad garantizada para encontrarse con el Señor.   A medida que aprendemos a valorar el momento presente,  nos hacemos más sensibles a todo lo que contenga para nosotros. Teresita escribió,  “He observado muchas veces que Jesús no quiere que haga provisiones. Me alimenta momento a momento  con un alimento totalmente nuevo,  que encuentro en  mí sin saber de dónde viene… Creo simplemente  que  Jesús mismo, escondido en el fondo de mi pobre corazón, es quien me concede la gracia de actuar en mí y quien me hace descubrir lo que él quiere que haga en cada momento.”[xxv]

 Como criaturas del tiempo,  estamos relacionados directamente sólo con el instante inmediato.  Tratamos con el pasado y el futuro indirectamente – desde el punto de ventaja del instante que estamos experimentando. Todo lo anterior  se terminó;  todo lo que vendrá no es.  Sólo el presente verdaderamente es- .

Teresita le remarca a la Madre Inés, “Me dicen que  tendré miedo a la muerte. Puede ser. No hay nadie aquí que desconfíe más que yo de sus sentimientos.  Yo nunca me apoyo  en mi parecer; sé muy bien cuán débil soy.  Pero quiero disfrutar  del sentimiento que Dios me da ahora.  Siempre habrá tiempo de sufrir por lo contrario.”[xxvi] En su última enfermedad dijo, “Sufro sólo en este momento. Cuando alguien se desalienta y se desespera,  es porque piensa en el pasado y en el futuro.”[xxvii]

Teresa muchas veces brinda testimonio de ser feliz. Lo expresa de una manera muy activa tal como “Sé encontrar siempre la forma de ser feliz,”[xxviii] o “Yo estoy  siempre contenta. Me las arreglo, aun en medio de la tempestad, para mantenerme en una gran  paz interior.”[xxix] Parte de su estrategia para estar siempre contenta era vivir el momento presente, descubriendo en él la riqueza derramada por un dador divino.

Henry David Thoreau,  quien murió 11 años antes que Teresita naciera,  nos dejó un pasaje famoso en el cual escribió, “Quise vivir profundamente

y extraer toda la médula de la vida… llevar la vida a un rincón y reducirla a sus menores elementos, y si fuera mezquina, obtener toda su genuina mezquindad y dar a conocer su mezquindad al mundo, o si fuera sublime, saberlo por propia experiencia y poder dar un verdadero resumen de ello…”[xxx]

 Teresa Martín quería “vivir profundamente” también, pero ella nunca dudó que la vida fuese sublime. Ella sabía también que la sublimidad no se revelaba automáticamente. Ella se describe a la edad de 14 años, “Todas las grandes verdades de la religión y los misterios de la eternidad sumergían mi alma en una felicidad que no era  de esta tierra. Vislumbraba ya lo que Dios tiene reservado para los que le aman… y viendo que las recompensas eternas no guardaban la menor proporción con los insignificantes sacrificios de la vida,   quería amar, amar apasionadamente a Jesús y darle mil muestras de  amor mientras pudiese.”[xxxi]

Teresita habla de este año antes de su entrada al Carmelo como un tiempo en que Jesús sembraba “el vino fuerte y delicioso que nos daba a beber hacían desaparecer de nuestras vidas las cosas pasajeras”. [xxxii]  Continúa,  “Porque yo era débil y pequeña, (Jesús) se abajaba hasta mí y me instruía en secreto en las cosas de su amor.  Si los sabios que se pasan la vida estudiando hubiesen venido a preguntarme, se hubieran quedado asombrados al ver a una niña de catorce años comprender… unos secretos que toda su ciencia no puede  descubrirles a ellos porque para poseerlos es necesario ser pobres de espíritu…” [xxxiii]

Muchos años después Teresita no mira este año de su adolescencia con una sonrisa como muchos de nosotros cuando recordamos nuestros años de adolescentes. Ella evalúa como una que tiene experiencia dirigiendo novicias, y juzga que a los 14 años era avanzada  espiritualmente, que su meta en la vida era clara: “yo quería amar, amar apasionadamente a Jesús y darle mil muestras de  amor mientras pudiese.”

Un año antes de que  muriera,  su hermana mayor María, le pidió un recuerdo del retiro que ella estaba  haciendo entonces.  Teresa admite, “Jesús me instruye en secreto; no lo hace sirviéndose de libros, pues no entiendo lo que leo.” En esta época de su vida,  ella dice, los libros no le eran de ayuda.  Este retiro, como todos los retiros del Carmelo,  fue de aridez. Ella le escribió a María, “Comprendo tan bien que, fuera del amor, no hay nada que pueda hacernos gratos a Dios,  que ese amor es el único bien que ambiciono.  Jesús se complace en mostrarme el único camino que conduce a esa hoguera divina. Ese camino es el abandono del niñito…

 (Jesús) no tiene necesidad de nuestras obras, sino sólo de nuestro amor… qué pocos corazones encuentra que se entreguen a él sin reservas,  que comprendan toda la ternura de su amor infinito.” [xxxiv]

María buscaba que Teresita le diera una explicación de su pequeña doctrina,  así le llamaba María. Esta carta del último retiro  la resume con páginas  ardientes, apasionadas,  fogosas con intensidad.  Como es frecuente en la autobiografía, Teresita está más a gusto usando una forma de expresión de mayor extensión en la cual se puede referir a sí misma en la tercera persona. Especialmente aquí tenemos que tratar de fluir con sus palabras. En un sentido,  tenemos que tratar de saltar de nuestra piel y latir con el palpitar de su corazón.  Para juzgar estas páginas,  dentro de las más elocuentes de la literatura espiritual,  como simplemente flotar en sentimientos sería perdernos las alturas y las profundidades de una teología original vigorosa. Ciertamente la emoción está presente pero sólo como parte de todo el ser de Teresita enredada en la pasión del amor que Juan de la Cruz describe en La Noche Oscura: “Siéntese aquí el espíritu apasionado en amor mucho, porque esta inflamación espiritual hace pasión de amor; que, por cuanto este amor es infuso, es más pasivo que activo, y así engendra en el alma pasión fuerte de amor”.[xxxv]

En su carta Teresita reconoce algún tipo de embriagamiento. Ella quiere compartir ese vino con María, quien es su hermana y su madrina.  Ahora, cuando leemos sus palabras,  podemos escoger permanecer sobrios o como María,  decirle a Teresita, “Estás poseída por Dios…absolutamente poseída, al igual que los malvados por el demonio.”[xxxvi]

Teresita describe su anhelo de ser cada vocación en la iglesia.

“Ser tu esposa, Jesús, ser carmelita, ser por mi unión contigo madre de almas, debería bastarme…Pero no es así…Siento la necesidad, el deseo de realizar por ti,  Jesús,  las más heroicas  hazañas…

…Quisiera recorrer la tierra,  predicar tu nombre…Una sola misión no sería suficiente para mí. Quisiera anunciar el Evangelio al mismo tiempo en las cinco partes del mundo…Quisiera ser misionero no sólo durante algunos años, sino haberlo sido desde la  creación del mundo y seguirlo haciendo hasta la consumación de los siglos… Pero, sobre todo, y por encima de todo, amado Salvador mío, quisiera derramar por ti hasta la última gota de mi sangre…”[xxxvii]

Un martirio no la satisfaría; ella los buscaría todos.  Pero aun así cada tipo de martirio no llenaría sus deseos. Viendo en la primera carta de Pablo a los Corintios una lista de los diversos miembros que componen la Iglesia,  Teresita quería ser cada uno de ellos; y aun así esto no la contentaba.  Ella continuó leyendo y descubrió su lugar. “Comprendí que la Iglesia tenía un corazón, y que ese corazón estaba ARDIENDO DE AMOR...

Al borde de mi alegría delirante,  exclamé: ¡Jesús, amor mío…al fin he  encontrado mi vocación! ¡MI VOCACION ES EL AMOR…!”[xxxviii]

Luego ofreciéndose a sí misma como víctima al Amor Misericordioso de Dios,  ella dice que su debilidad le da la audacia para tal obra.  Ella reconoce que ella es  “un pobre e insignificante ser que volvería a la nada si tu mirada divina no me diese la vida a cada instante.

Jesús, déjame que te diga, en el exceso de mi gratitud,  déjame, sí, que te diga que tu amor llega hasta la locura… ¿Cómo va a conocer límites mi confianza? ¡Que no pueda yo, Jesús, revelar a todas las almas pequeñas cuán inefable es tu condescendencia…!”[xxxix]

Cuando Teresita habla de la pequeñez, ella con toda seguridad denota una actitud del corazón.  Pero también quiere decir algo más allá de eso.  Su pequeñez es más básica que una disposición moral o religiosa.  Es una realidad ontológica.[xl]  Nuestro propio ser, comparado con el ser de Dios,  es una pequeñez al punto de ser reducido a la nada.  Teresita llega hasta allá al describirse a sí misma.  Cuando  habla de su pequeñez,  muchas veces le une palabras, “mi nada” – mi pequeñez y mi nada.  Ella se autodenomina un pequeño cero.  Nos asegura que la comprensión de su nada le brinda alegría y consuelo.

Pero la intensa purificación al final de su vida fue una experiencia de estar parada en el borde de la nada eterna, de la nada absoluta, porque el ser de Dios parece inexistente.  Que la purificación de Teresita haya obtenido esta forma particular es intrínsecamente apropiado. La acción de Dios en purificarnos no es al azar.  Penetra en la sustancia más interna de nuestra psiquis, donde es arrebatado el ego y se deja indefenso, donde la individualidad es penetrada y se muere para ser elevada nuevamente en Dios.  La muerte mística es entallada exquisitamente a cada individuo.  Cada muerte es expresamente hecha a la medida a los lineamientos de cada vida única.  Luego para Teresita: el horror del abismo de la nada – para una persona que había cantado todas sus canciones al tono de la pequeñez y de la nada ante Dios.

Ella nos dice. “(Jesús) permitió que mi alma se viese invadida por las más densas tinieblas, y que el pensamiento del cielo, tan dulce para mí, sólo fuese en adelante motivo de lucha y de tormento.” [xli]   Teresita oye una voz burlona que le promete “de la muerte no lo que tú esperas, sino una noche más profunda todavía, la noche de la nada.”[xlii]   Teresita vive lo que Juan de la Cruz describe como la avanzada purificación del espíritu.   El escribe  “Esta es una penosa turbación de muchos recelos, imaginaciones y combates que tiene el alma dentro de sí…(Uno) sospecha que está perdida y acabados sus bienes para siempre.”[xliii]  Juan dice, “Lo cual algunas veces se siente tan a  lo vivo, que la parece al alma que ve abierto el infierno y la perdición. Porque de éstos son los que de veras descienden al infierno viviendo…”[xliv]

Teresita se apodera de esta experiencia de colgar por el borde  del abismo de la nada – a medida que se apodera de todas las experiencias  - y lo convierte en algo positivo.  Ella hace su sufrimiento un clamor para los incrédulos; su oscuridad alcanzará la luz de la fe para ellos.  Ella comprende que tan grande cómo es el peso de su desolación,  ella puede soportarlo. Ella dice, “Cuán compasivo y misericordioso es el Señor; él no me ha enviado esta prueba hasta el momento en que tenía fuerzas para soportarla; antes, creo que me hubiera hundido en el desánimo.”[xlv] El Dios a que nos dirigimos en El Caminito proporciona todo de acuerdo a nuestras fuerzas. 

 Durante la última enfermedad de Teresita, la madre Inés le preguntó, “¿Así que no tienes ninguna intuición sobre el día de tu muerte?” La respuesta era la que cualquier persona próxima a morir podía decir. “¿Intuiciones yo? Si supieras la pobreza en que me encuentro. Yo no sé más de lo que sabes tú; yo no adivino nada a no ser por lo que veo y por lo que  siento. Pero mi alma, a pesar de las tinieblas,  goza de una paz asombrosa.”[xlvi] También dijo muy sencillamente, “¿Por qué iba a estar yo más a cubierto que cualquier otra de tener miedo a  la muerte?”[xlvii]

Teresita no nos da un sistema cerrado, un tratado terminado sobre el proceso para avanzar espiritualmente.  Ella no construye una escalera de paso a paso para la obtención de la unión con Dios.  Al igual que San Francisco de Asís,  su vida es su mensaje.  Esto no quiere decir que imitemos las circunstancias particulares de su vida,  que asumamos su sonrisa,  y que recojamos flores para quitarle los pétalos.  Eso sería la personificación artificial,  patética de genios espirituales que muchos seguidores imponen en su memoria después de sus muertes.

Teresita tenía el entendimiento sobre Dios y el vivir para Dios que nos mueve más allá de las limitaciones obvias de su propia vida.  Ella se apoderó de este entendimiento, de esta perspicacia, los trabajó magníficamente en su situación personal – tan engrampada y confinada como nos puede parecer hoy.  Comprendió para sí misma  y en su día  a día  cuál era el dinamismo esencial de su inspirada sabiduría.  No le podemos pedir que nos de un diseño detallado para nuestro progreso personal espiritual.

Juan de la Cruz fue su guía especial,  quien le dio a ella y  a nosotros un sistema comprensivo en el cual se hacen preguntas profundas que son respondidas espléndidamente.  Juan tejió las madejas de muchas fuentes espirituales juntas hacia un diseño maestro que  elevó la tradición contemplativa a una nueva cima de desarrollo.

La doctrina espiritual de Teresita hace algo diferente.  Nos deja una visión personal que nos invita a empujar hacia atrás el horizonte de nuestras propias vidas para descubrir nuevas posibilidades.  Su mensaje no es una última palabra, más bien es una palabra inicial para abrir nuevos caminos a seguir.  Teresita destraba posibilidades no consideradas anteriormente en la misma luz.  Lo viejo, lo tradicional,  se convierte en reciente, en algo fresco  por la manera  que  ella se apodera de  ello y lo revitaliza dentro de las limitaciones de su existencia.  Ella nos invita a hacer lo mismo. 

Teresita nos da un fuego para calentar el espacio de nuestras vidas,  para brillar en las esquinas olvidadas.  O podemos pensar en El Caminito como una semilla sembrada dentro de los límites humanos de nuestros días y años. De esa semilla de vitalidad que es el Caminito,  sacamos algo muy diferente de lo que hizo Teresita.  Cada uno actualiza el Caminito de acuerdo a la modalidad particular de vivir.

Su genio pertenece a esa orden especial de originalidad en el cual el primer significado es para descubrir más y más significados.  El poder del mensaje mueve más allá de lo que  el autor visualizó.  Tiene el potencial de seguir creciendo.  La vitalidad de la sabiduría de Teresita encuentra el dinamismo del entendimiento proveniente de otras fuentes – fuentes que quizás ella nunca supo. De  ese encuentro, del matrimonio de los entendimientos diversos pero complementarios,  emerge una  profundidad fresca de comprensión.

Al Padre Adolfo Roulland,  un misionero que había solicitado una hermana espiritual,  Teresita le escribió,

“Tengo la confianza de que no voy a estar inactiva en el cielo. Mi deseo es seguir trabajando por la Iglesia y por las almas… si abandono el campo de batalla, no es con el deseo egoísta de irme a descansar. El pensamiento de la felicidad eterna apenas si hace que se estremezca  mi corazón…

Lo que me atrae hacia la patria del cielo, es la llamada del Señor, es la esperanza de poder amarle al fin tanto como he deseado, y el pensamiento de que podré hacerle amar por una multitud de almas que lo bendecirán eternamente.”[xlviii]

 A medida que se acercaba más su muerte, se  permitía a sus hermanas de sangre estar con ella lo más posible. La Madre Inés registró todo lo que  ella consideraba que valía la pena escribir. Esto nos da un recuento día a día de lo que Teresita decía en las conversaciones, su humor, y pequeñas anécdotas concernientes a otras hermanas.  Una vez le dijo a la Madre Inés, “Dame un beso, pero un beso que haga ruido;  o sea, que los labios hagan «¡pit!».[xlix]

 Con el rápido deterioro de su salud,  Teresita comenzó a hacer algunas declaraciones proféticas. Referente a su manuscrito,  ella observó, “Habrá  en él para todos los gustos, excepto para los que vayan por caminos extraordinarios.”[l]  Realmente lo que Teresita dejó definitivamente es de mucha ayuda para las personas favorecidas ya que ella enseña  al igual que Juan de la Cruz el mismo desapego de la experiencia espiritual. Sabemos que a ella se le dio la misma herida de amor que describe Juan – al igual que el vuelo del espíritu. Sencillamente ella no se molestó en incluir un recuento de estas gracias en su manuscrito.

 El día después de la fiesta de Nuestra Señora del Monte Carmelo, ella pronunció las palabras, tantas veces citadas, que definieron su actividad en el cielo, “Presiento, sobre todo, que mi misión va a comenzar: mi misión de hacer amar a Dios como yo le amo y de dar mi caminito a las almas. Si Dios escucha mis deseos, pasaré mi cielo en la tierra hasta el fin del mundo. Sí, yo quiero pasar mi cielo haciendo el bien en la tierra.”[li]

 Estas palabras de Teresita son una culminación del anhelo apostólico, un anhelo al que le dio expresiones  a través de su vida,  aun desde su niñez.  Si caminamos con Teresita a través de su autobiografía,  no nos podemos sorprender de escucharla hablar con tal intensidad de continuar trabajando hasta la eternidad con el propósito de hacer a Dios más amado. Para Teresita tal beatitud parece quedarle perfectamente al tejido de su vida terrena.

Ella afirmó, “No puedo descansar mientras que haya almas que salvar…  Pero cuando el ángel diga: “¡El tiempo se ha terminado!, entonces descansaré y podré gozar,  porque estará completo el número de los elegidos y todos habrán entrado  en el gozo y  en el descanso.”[lii]

 Cuando Teresa Martin murió el 30 de septiembre de 1897, muy pocos dolientes lamentaron su partida.  Exactamente un año después,  se publicaron sus memorias en una edición financiada por su tío Isidoro.  Esta fue la chispa que comenzó el fuego de la devoción a la santa de los ordinarios. Cincuenta años después de su muerte,  se había impreso 865 trabajos sobre ella en todos los idiomas principales y menores del mundo.

 Una vez se le preguntó, “¿Bajo qué nombre habría que invocarla cuando estuviese en el cielo?”  “Me llamaréis Teresita”, respondió humildemente.[liii]

 


[i]Teresa de Lisieux  Obras Completas, traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD ( Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Historia de un Alma,   pág. 84

[ii] Teresa de Lisieux  Obras Completas, traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD ( Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Historia de un Alma,   pág. 98

[iii] Ibid, pp. 84-85

[iv] Ibid, p. 132

[v] Teresa de Lisieux  Obras Completas, traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD ( Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006),  Cartas,   p. 414  Carta 89 a Celina 26 de abril de 1889.

[vi]Teresa de Lisieux  Obras Completas, traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD ( Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Historia de un Alma,   pág. 276.

[vii] Teresa de Lisieux  Obras Completas, traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD ( Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Cartas,  p. 488  Carta 149 a Celina 20(?) de octubre de 1893.

[viii] Teresa de Lisieux  Obras Completas, ,  traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD ( Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Cartas, p. 439  Carta 110 a Sor Inés de Jesús durante el retiro antes de la Profesión, 30-31 de agosto de 1890.

[ix] Ibid. Carta 110

[x] Ibid., Carta 57 p. 380, 23 de julio de 1888.

[xi] Friedrich Nietzche, Thus Spoke Zarathustra, in The Portable Nietzche, seleccionado y traducido por Walter Kaufmann ( New York:Viking Press, 1954), p. 226

[xii] Teresa de Lisieux  Obras Completas,   traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Últimas Conversaciones Cuaderno Amarillo, p. 819,   5 de julio, Conversación 1.

[xiii] Nietsche, op. cit., p. 395

[xiv] Teresa de Lisieux  Obras Completas, traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Historia de un Alma,   pp.267-268.

[xv] Ibid., p.  205

[xvi] Teresa de Lisieux  Obras Completas,   traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Cartas, p.368  Carta 42 a Sor María del Sagrado Corazón 21 de febrero de 1888.

[xvii] Teresa de Lisieux  Obras Completas, traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Historia de un Alma,   p.214.

 [xviii] Citado en Complete Spiritual Doctrine of St. Therese of Lisieux por Kieran Kavanaugh y Otilio Rodríguez ( Washington, DC:ICS Publications, 1964) Cántico Espiritual, St. 34, no. 5, p. 542

[xix] San Juan de la Cruz  Obras Completas, Maestros Espirituales Carmelitas, (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2003) Octava Edición Preparada por Eulogio Pacho. Cántico Espiritual B, Canción 34, número 5,  p. 905.

[xx] Teresa de Lisieux  Obras Completas, traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Historia de un Alma,   p.231.

[xxi] Teresa de Lisieux  Obras Completas,   traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Últimas Conversaciones Cuaderno Amarillo, p. 804,   5 de junio, Conversación 4.

[xxii] Teresa de Lisieux  Obras Completas, traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Historia de un Alma,   p.139.

[xxiii] Teresa de Lisieux  Obras Completas,   traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Últimas Conversaciones Diversos Testigos, p. 988,   11 de septiembre, Conversación con María Guerin.

[xxiv] Conversación con María Guerin.

[xxv] Teresa de Lisieux  Obras Completas, traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Historia de un Alma,   p.230.

[xxvi] Teresa de Lisieux  Obras Completas,   traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Últimas Conversaciones Cuaderno Amarillo, p. 795,   20 de mayo, Conversación 1.

[xxvii] Ibid. , p. 896, 19 de agosto, Conversación 10.

[xxviii] Teresa de Lisieux  Obras Completas, traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Historia de un Alma,   p.238.

[xxix] Teresa de Lisieux  Obras Completas,   traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Últimas Conversaciones Cuaderno Amarillo, p. 787,   18 de abril, Conversación 1.

[xxx] Henry David Thoreau, Walden, or Life in the Woods, -  with Illustrations from photographs and notes by Francis H. Allen ( Boston:Houghton Mifflin Co., 1919), p. 101

[xxxi] Teresa de Lisieux  Obras Completas, traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Historia de un Alma,   pp. 169-170.

[xxxii] Ibid., p. 170

[xxxiii] Ibid., pp. 172-173

[xxxiv] Ibid., pp. 254-255.

[xxxv] San Juan de la Cruz  Obras Completas, Maestros Espirituales Carmelitas, (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2003) Octava Edición Preparada por Eulogio Pacho. Noche Oscura, Libro II, Capítulo II, número 2, p. 628.

[xxxvi] Teresa de Lisieux  Obras Completas,   traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Últimas Conversaciones.

[xxxvii]  Teresa de Lisieux  Obras Completas, traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Historia de un Alma,   pp. 258-259.

[xxxviii] Ibid., p. 261

[xxxix] Ibid., p. 267

[xl] Wallace Stevens (nacido 6 años después de Teresita), al concluir su poesía “The Snow Man” – El Hombre de Nieve-, usa simbolismos o metáforas de invierno para explorar el misterio del ser y de la nada.

“Para el que escucha, el que escucha en la nieve,
y, nada en sí mismo, contempla
esa nada que no está allí y la nada que está.”

Versión de Jaime García Terrés    EL HOMBRE DE NIEVE
THE SNOW MAN

[xli] Teresa de Lisieux  Obras Completas, traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Historia de un Alma,   p.278.

[xlii] Ibid., p. 280

[xliii] San Juan de la Cruz  Obras Completas, Maestros Espirituales Carmelitas, ( Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2003) Octava Edición Preparada por Eulogio Pacho.  p. 621.

[xliv] San Juan de la Cruz  Obras Completas, Maestros Espirituales Carmelitas, ( Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2003) Octava Edición Preparada por Eulogio Pacho.  p. 607.

[xlv] Ibid., p. 281

[xlvi] Teresa de Lisieux  Obras Completas,   traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Últimas Conversaciones Cuaderno Amarillo, p. 939.  24 de abril, Conversación 10.

[xlvii] Teresa de Lisieux  Obras Completas,   traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Últimas Conversaciones Cuaderno Amarillo, p. 828.   9 de julio, Conversación 6.

[xlviii] Teresa de Lisieux  Obras Completas,  traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD ( Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Cartas, p. 606  Carta 254 al P.  Roulland 14 de julio de 1897.

[xlix] Teresa de Lisieux  Obras Completas,   traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Últimas Conversaciones Cuaderno Amarillo, p. 927.   11 de septiembre, Conversación 2.

[l] Ibid., p. 884.   9 de agosto, Conversación 2.

[li] Ibid., p. 847.   17 de julio, la única conversación registrada en esa fecha.

[lii] Ibid., p. 847.   17 de julio, la única conversación registrada en esa fecha.

[liii] Ibid., p. 994.   Al final de últimas Conversaciones – Diversos Testigos-  Anónimo.