Beatos Celia Guerin y Luis Martin:
Compañeros en nuestro Viaje
por Maureen O’Riordan
Traducido por: Teodolinda Garcia
Maureen O’Riordan, una estudiante de Santa Teresa de Lisieux, vive en Philadelphia, Pennsylvania, U.S.A. Ella mantiene el sitio Web de "Saint Therese of Lisieux: A Gateway" para que la espiritualidad de Santa Teresa y de sus padres, el Beato Celia Guerin y Louis Martin, más conocido. Usted puede reproducir este artículo para propósitos no comerciales. Por favor, crédito al autor y añadir un enlace directo a este sitio Web.
El 13 de julio de 1858, Celia Guerin de 27 años de edad, una fabricante de encajes de Point d´Alencon, y Luis Martin de 35 años de edad, un relojero, se casaron a la medianoche en la Iglesia de Notre -Dame en Alencon al norte de Francia. Este matrimonio casi no se realiza, ya que Luis había hecho solicitud para ser monje en la Abadía del Gran San Bernardo en Suiza, y Celia había solicitado su admisión en las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl en Alencon. El monje superior rechazó a Luis porque no sabía latín, y la supervisora le dijo a Celia que ella no tenía vocación para la vida religiosa.
Los novios se habían visto por primera vez sólo tres meses antes. Celia estaba cruzando el Puente de San Leonardo en Alencon cuando vio a Luis, y escuchó una voz interna que le decía: “Este es el que tengo preparado para ti”. La madre de Luis, quien había visto a Celia en la clase de confección de encajes a la
que ambas mujeres asistían, probablemente los presentó. Se enamoraron y se casaron muy pronto. Vivieron por diez meses como hermanos; luego su confesor, quizás instado por Celia, intervino, y empezaron a vivir como esposos.
Tuvieron nueve hijos, de los cuales cinco sobrevivieron a la edad adulta:
- María, quien se convirtió en Sor María del Sagrado Corazón en el monasterio Carmelita en Lisieux;
- Paulina, quien se convirtió en Madre Inés de Jesús en el mismo monasterio;
- Leonia, quien se convirtió en Sor Francisca-Teresa en el Convento de la Visitación en Caen;
- Celina, quien se convirtió en Sor Genoveva de la Santa Faz en el Carmelo de Lisieux;
- Y la mas pequeña, Teresa, quien en 1888 se unió a sus hermanas en el Carmelo.
Murió allí en 1897, y, en 1925, se le llamó Santa Teresa (Teresita) del Niño Jesús y de la Santa Faz, una de las santas más populares que la Iglesia ha canonizado. Mas que 150 años después de su boda, Luis y Celia pueden ser algun dia canonizados como su hija Teresa. Ya, en octubre del 2008, el Cardenal Saraiva Martins, antiguo prefecto de la Congregación Sagrada para la Causa de los Santos, presidió sobre las celebraciones en Alencon y Lisieux del 150 aniversario de su boda y el 19 de octubre la celebración
solemne de su Beatificación conjunta en Lisieux. Son solamente la segunda pareja de haber sido declarados Beatos por la Iglesia Catolica. El 19 de octubre de 2008 (Domingo de Misiones), fue once años al día que el Papa Juan Pablo II declaró a su hija menor como Doctora de la Iglesia.
El mundo conoce a Teresa a través de las fotos y estatuas de una joven monja Carmelita con un hábito color café y manto blanco, llevando un crucifijo repleto de rosas. Pero Teresa no saltó del cielo como una santa completa. Como todos los santos, ella vino de una familia real, Aunque su familia era Católica devota, tenía, como las nuestras, sus retos, fracasos, y luchas.
Luis y Celia son sólo los segundos esposos en la historia en ser declarados “beatos” como pareja. ¿Por qué Dios ha inspirado que ellos sean modelo para las familias de hoy? ¿Qué podemos aprender de ellos? ¿Cómo nos pueden acompañar ellos en nuestro propio peregrinaje?
Completamente comprometidos en la Vida sobre la Tierra,
pero orientados al Cielo
Tanto Celia como Luis trabajaron muy duro. Ella fabricaba encajes de d Álencon, él era relojero. El negocio de Celia fue tan exitoso que Luis eventualmente vendió su taller-tienda para poder así encargarse de la organización del comercio de encajes de Celia, pero este éxito exigió un precio. De lo mucho que ella trabajaba, Celia escribió:
“Mi pobre María también siente esta situación muchísimo. Ella no tiene buenas palabras para el encaje d´Alencon. Ella repite que prefiere vivir en un ático que ganarse la vida como me cuesta a mí. Admito que ella no está equivocada. Si yo estuviera libre y sola, y si tuviera que pasar por todo lo que he sufrido en los últimos veinticuatro años, preferiría morir de hambre; ¡sólo pensarlo me da escalofríos! ¡Frecuentemente me digo a mi misma que si he soportado la mitad de todo eso para ganar el cielo, yo sería una santa canonizable! También pienso en mi hermano (un farmacéutico), y si él está pasando por las mismas dificultades que yo, lo compadezco con todo mi corazón, ya que yo sé sobre esto de la escuela de los golpes duros.”1
La pareja tuvo nueve hijos y crió a cinco de ellos hasta la edad adulta. Ellos estaban completamente ocupados en la vida de negocios, social, familiar y eclesial. A la vez estaban constantemente orientados hacia la eternidad. Luis frecuentemente repetía ¡Ah, la Patria..., la Patria...! ¡Es bella, la Patria!” Las hijas de Celia recordaban con la frecuencia que ella decía ¡Ah, la Patria! ¡La Patria! ¡El Cielo…..!2
Incluso en los conflictos de la vida cotidiana ellos se dirigían al cielo. Cuando un vecino los demandó sobre una disputa en la cual hasta el juez encontró a los Martins sin culpa, Celia le escribió a su hija Paulina: “Debemos aceptar las contradicciones pacientemente, ya que debemos sufrir en este mundo. Si aunque se nos permitiera evitar un poco de Purgatorio, debemos bendecir a M.M. en el próximo mundo por hacernos pasar algo de él en esta vida. Pero prefiero que sea él el que nos haga este mal, en vez de que nosotros tengamos que reprocharnos el haberle causado un cuarto de las molestias.”3
Abrumados con las Responsabilidades, pero Fieles a la Oración
Aunque Luis y Celia estaban constantemente presionados por el tiempo, cada uno era fiel a la vida contemplativa, la vida de oración en familia, y la vida litúrgica de la Iglesia, ellos crearon una familia igualmente fiel. Los esposos mantenían un horario exigente. Sin embargo todas las mañanas asistían a la Misa de las 5:30, diciendo que era la única a la cual las personas pobres y trabajadoras podían asistir. Cuando los vecinos escuchaban su puerta cerrar cuando iban para la iglesia, decían “Ah, sólo es la pareja santa Martin que va para la iglesia; podemos darnos la vuelta y dormir un poco más”. Cada mañana y cada noche rezaban en familia; observaban el domingo y las fiestas de la Iglesia atentamente. Luis era un líder en la adoración nocturna de la Eucaristía. Celia, siempre la última en ir a la cama, muchas veces estaba despierta hasta casi la medianoche. Había muchas exigencias de su tiempo, pero ellos lo daban generosamente para servir a Dios y al prójimo.
Amándonos uno al otro y a Nuestros Hijos,
mas Honrando La Vida del Alma por Encima de Todo
Luis y Celia se amaban mucho, uno al otro. En octubre de 1863, en viaje de negocios, Luis le escribió a Celia: “Mi querida, no puedo regresar a Alencon antes del lunes; el tiempo me parece muy largo, ya que quiero estar tanto contigo…. Te abrazo con todo mi corazón, mientras espero la dicha de estar contigo nuevamente…. Tu esposo y verdadero amigo quien te ama siempre”.4 En agosto de 1873, cuando Celia se llevó a las niñas a Lisieux para ver a sus parientes, ella le escribió a él: “Estoy contigo todo el día en espíritu, y me digo a mi misma; ´Ahora él está haciendo tal y tal cosa.´ Anhelo estar contigo, Luis querido. Te amo con todo mi corazón, y siento doblado mi afecto estando privada de tu compañía. No podría vivir separada de ti.”
Ellos también amaban profundamente a sus hijos. Unas semanas antes del nacimiento de Teresa, Celia le escribió a su cuñada: “! Amo a los niños con locura; nací para tenerlos….Pero pronto será el momento en que todo esto acabe….! Estoy en una edad donde debería ser abuela!”5 El 4 de marzo de 1877, Celia le escribió a su hija Paulina:
“Cuando tuvimos a nuestros hijos, nuestras ideas cambiaron un tanto. De ahí en adelante vivimos sólo para ellos. Ellos hicieron toda nuestra alegría, y no la habríamos encontrado excepto en ellos. Ya nada nos cuesta; el mundo ya no era una carga. En lo que a mí respecta, mis hijos fueron mi gran compensación, por tal quise tener muchos para criarlos para el Cielo.”6
Las cartas de Celia están llenas de descripciones de buenos momentos en casa, con castañas, pasteles, frituras en las fiestas; visitas a los parientes; y las satisfacciones de las niñas de sus regalos de Año Nuevo. En el medio de la vida en familia, sin embargo, los padres formaron a cada hija desde la niñez cuidadosamente en la vida espiritual. Estudiaron a cada niña como individuo, nutrieron su confianza en ellos, y la estimularon para que le dieran a Dios una mano libre en su vida. Sobre su decisión de permitirle a María de ir a un retiro al Convento de la Visitación donde había sido educada, Celia escribió, “Tuve una buena razón para desear que María fuera al retiro. Es cierto que es un gasto, pero el dinero es nada cuando se pone a la santificación del alma; y el año pasado María regresó completamente cambiada.”7
Luis tenía un respeto profundo por las vidas espirituales de sus hijas y reverentemente apoyaba a cada una en realizar su vocación.
Amando a toda su Familia
Devotos uno del otro y de sus hijos, Celia y Luis amorosamente extendían su apoyo a toda su familia. Por muchos años ellos compartieron la casa con los padres de Luis. Cuando el papá de Celia no podía encontrar una buena ama de casa, ella le dio la bienvenida a su casa, y le escribió a su hermano “No encontrarás a uno en cien tan bueno como lo es mi esposo con su suegro.”8 Cuando su padre murió, Celia le escribió a su cuñada: “Si sólo supieras, mi querida hermana, !cuanto yo quería a mi padre! El siempre estaba conmigo; yo nunca lo dejé, él me dio toda la ayuda que pudo.”9 La pareja era muy unida a la hermana de Celia, María Luisa, una monja de la Visitación en Caen, y enviaron a sus tres hijas mayores a la escuela en su convento. Ellos frecuentemente le escribían y visitaban al hermano de Celia, Isidoro Guerin, y a su esposa, Celina, quienes vivían en Lisieux. Después de la muerte de Celia, Luis se mudó a Lisieux con sus cinco hijas para darles a ellas el beneficio de la influencia de su tía, tío, y primos.
Confiando en Dios en la Cara de las Penas
Sufriendo aflicciones durante muchas pruebas, Luis y Celia continuaron confiando en el amor personal de Dios hacia ellos y hacia sus hijos. En seis años perdieron cuatro hijos, tres bebés y una niña pequeña, María Elena, de cinco años. A su cuñada, cuyo bebé recién había muerto, Celia escribió:
Su querido pequeño niño está con Dios; él los está observando y amando, y un día ustedes lo poseerán nuevamente. Esta es una gran consolación que yo misma he experimentado, y que aún siento. Cuando tuve que cerrar los ojos de mis queridos hijos y enterrarlos, sentí gran pena, pero siempre estuve resignada a ello. No lamenté los dolores y penas que sufrí por ellos. Muchas personas me dijeron: Hubiera sido mejor para ti si no los hubieras tenido´. Yo no podía soportar esa manera de hablar. No pienso que las penas y molestias que yo soporté podrían ser comparadas con la eterna felicidad de mis hijos con Dios. Además, ellos no están perdidos para siempre; la vida es corta y llena de cruces, y los encontraremos nuevamente en el Cielo.”10
Amando a Cristo en el pobre, y causando caridad y justicia
Mientras que mantenían a una familia numerosa, Celia y Luis daban generosamente su energía y dinero a los pobres, a la Iglesia, y a las causas de caridad y de justicia en su sociedad. Luis era miembro de la Conferencia de San Vicente de Paúl, y también se interesaba en las personas pobres a su alrededor. Cuando él salía, siempre cargaba monedas sueltas para darle limosna a aquellos que se lo pedían. Si se encontraba con un borracho en la calle, le ayudaba llegar a casa. En la estación de trenes, encontrándose con un pobre epiléptico que no tenía dinero para su pasaje, le dio una porción del dinero, recogió el resto de las otras personas, y lo sentó en su puesto. Cuando Luis y Celia se encontraron con un hombre sin casa en la orilla de la calle, se lo llevaron a su casa, le dieron una buena comida, y le encontraron mejores ropas y botas. Luego, Luis se esforzó mucho para encontrarle sitio en el hogar dirigido por Las Pequeñas Hermanas de los Pobres.
Celia cuidaba bien a sus sirvientas, asistiéndolas ella misma cuando estaban enfermas. Ella no quería enviarlas al hospital o darles esa carga a sus familias. Por tres semanas ella cuidó a su criada, Luisa Marais, día y noche. Ella era amable con las quince mujeres que trabajaban haciendo los encajes, visitándolas los domingos después de las Vísperas y asegurándose que no les hacía falta nada. Cuando ella se dio cuenta que dos mujeres que pretendían ser monjas estaban abusando de una pobre niña que ellas habían recogido, ellas las llevó a la justicia. La hermana de Teresa, Celina, testificó que ella frecuentemente veía a personas pobres entrar a su casa para obtener dinero y comida de parte de Celia, quien muchas veces lloraba al escuchar sus historias de sufrimiento.11 Ambos tenían un gran respeto por los pobres, en los cuales Jesús todavía sufre la pobreza hoy día. Después que Luis había traído a un pobre hombre de la iglesia a casa y de haberle dado de comer, él le pidió a Celina y a Teresa que se arrodillaran para recibir la bendición del hombre pobre.
Entregarnos Completamente a Dios
Después de llevar vidas heroicas, Luis y Celia se entregaron a sí mismos a largas y dolorosas enfermedades y, en el caso de Celia, a una muerte prematura. Ella murió de cáncer de mama a los cuarenta y seis años, cuando Teresa, su hija menor, tenía sólo cuatro años. Después del diagnóstico, ella escribió “Dejémoslo en las manos del Señor”. El sabe mejor que nosotros lo que es para nuestro bien. Él es quien hiere y quien sana. Iré a Lourdes en el primer peregrinaje, y espero que la Bienaventurada Virgen me cure si eso fuera necesario.”12 Cuando no fue curada en Lourdes, ella mantuvo su fe. Sobre su regreso a Luis, quien había estado esperando en Lisieux noticias de una curación, ella escribió: “El no estaba un poco sorprendido de verme regresar alegre, como si hubiera obtenido el milagro esperado. Le dio un coraje renovado, y toda la casa estaba llena de alegría.”13 No lejos de su muerte Celia escribió pidiendo oraciones “si no por una cura, entonces por la perfecta resignación a la voluntad de Dios.”14 El milagro que ella había esperado en la fiesta de la Asunción no sucedió. El día siguiente, doce días antes de su muerte, ella terminó su última carta, a su hermano, con estas palabras: “Obviamente, la Bienaventurada Virgen no me quiere curar.15…. ¿Qué tendrías tú? Si la Bienaventurada Virgen no me ha curado, es porque mi tiempo ha llegado, y Dios quiere que yo descanse en otro lugar que no sea en esta tierra.”16
Posteriormente Luis se enfermó de demencia, y fue recluido en un asilo mental, el Bon Sauveur en Caen, por tres años. El “santo patriarca” se convirtió en el paciente número 14449.17 El aceptó esta prueba generosamente y regresó muchos pacientes a Dios. El 27 de febrero de 1889, Celina escribió:
La Hermana le dijo a él que le estaba prestando un gran servicio regresándole los pacientes separados a Dios. ´Usted es un apóstol, ´ le dijo. ´Eso es cierto’, contestó querido pequeño Padre, !´pero preferiría ser un apóstol en otro sitio; sin embargo, ya que es esa la voluntad de Dios! Yo pienso que es para romper mi orgullo.´”18
La Hermana Costard, quien cuidaba a Luis, escribió: “El es realmente admirable; no solamente no se queja, pero le parece que todo lo que le damos es perfecto.”19 Cuando su familia y amigos hicieron una novena para que estuviera lo suficientemente bien para regresar a Lisieux, él dijo, “ No, no deben pedir eso, solamente que se haga la voluntad de Dios.”20 En 1892 estaba lo suficientemente bien para regresar a Lisieux, donde Celina y los Guerins lo cuidaron devotamente. El dijo, “ ¡En el cielo, les devolveré todo esto!”21 Al conocer de su muerte, el Padre Almire Pichon, un Jesuita que entonces trabajaba en Canadá y, amigo cercano de la familia Martin, le escribió proféticamente a las hijas de Luis: “Jesús … se los lleva de ustedes sólo para beatificarlo.”22
Dios ha llamado a la Iglesia para declarar a estos valientes esposos “beatos” no para su gloria sino para estimularnos, en nuestras circunstancias, para imitar su fidelidad en amar y servir al Señor y al prójimo, su amor por el pobre, su compromiso a la oración, y su abandono incomparable. Ojalá no solamente los admiremos sino que también recibamos la gracia que en nosotros, como en ellos, el deseo de Jesucristo sea mayor y cada vez más intenso que cualquier otro deseo.
Notas al pie
1 Ver The Mother of te Little Fólder- La Madre de la Pequeña Flor, por Celina Martín. (Rockford, Illinois:Tan Books and Publishers, Inc, 2005), pp. 31-32.
2 Letters of St. Therese of Lisieux Cartas de Santa Teresa de Lisieux, Vol. I, tr. John Clarke, O.C.D.(Washington: ICS Publications, 1982), p. 515. pie de página 3 a Carta 79.
3 Cita en Louis and Zelie Martin: The Seed and the Root of the Little Flower (La Semilla y la Raíz de la
Pequeña Flor ) by Rev. Paulinus Redmond (London, Quiller Press, 1995), p. 139.
4 Ibíd., p. 123
5 Cartas, Vol. I, op.cit., p.104.
6 Citado en Redmond, op. Cit., p. 38.
7 Citado en “Louis and Zelie Martin”, ( Luis y Celia Martin)," un boletín espiritual de noticias publicado por la Abadía de San José de Clairval y visible en línea en http://www.clairval.com/lettres/en/2000/03/19/220300.htm
8 Citado en Redmond, op.cit., p. 57.
9 Cita en Therese of Lisieux: God´s Gentle Warrior, por Thomas R. Nevin (New York: Oxford University Press, 2006), p. 89, septiembre 7, 1868.
10 Citado en Redmond, op. cit., pp.98-99.
11 The Mother of the Little Flower, (La Madre de la Pequeña Flor), op.cit., p. 69.
12 Citado en Redmond, op. cit.. p. 141.
13 Cita en Zelie Martin, Mother of St. Therese, (Celia Martin, Madre de Santa Teresa), por Barbara Foley
(Boston, Daughters of St. Paul, 1960). pp. 44-45.
14 Correspondance familiale 1863-1885, Celia y Luis Martin (Paris: Editions du Cerf, 2004), CF 214 bis, p. 367.
15 Nevin, op. cit., p.72.
16 Redmond, op. cit., p. 2.
17 “Louis et Zelie Martin: Un marriage d´amour,” por Guy Gaucher , O.C.D., en Feu et Lumiére, no. 230,
Julio/agosto 2004. thereseoflisieux.org, septiembre 2008
18 Letters, (Cartas) Vol. I, op. cit., pp. 535-36.
19 Letters, (Cartas) Vol. I, op. cit., pp. 575-76, nota 4.
20 Redmond, op .cit. p. 259.
21 Letters of St. Therese, Vol. II, tr. John Clarke, O.C.D. (Washington, DC: ICS Publications, 1988), pp. 750-51, LD, mayo 10, 1892, nota 2.
22 Ibíd., pp. 876-77.